Opinión: África en lucha por su independencia
Segunda de dos partes
En los países del África occidental francesa, agobiados por la pobreza y el saqueo neocolonial, la inconformidad social es insoportable, y Francia está siendo expulsada. En 2017 debió retirar sus tropas de la República Centroafricana, y se han sucedido desde 2020 golpes de Estado en Mali, Burkina Faso y ahora, con un fuerte respaldo social, en el principal bastión militar que conservaba el país galo, Níger, séptimo productor mundial de uranio y proveedor del 15 por ciento del que Francia importa, para generar el 70 por ciento de la electricidad. El Consejo Nacional para la Salvaguardia de la Patria, que agrupa a los militares, canceló ya las exportaciones de uranio y oro. En contraparte, Francia rechaza retirar los mil 500 soldados que ahí tiene (también hay una base militar norteamericana); además, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), subordinada a Francia y encabezada por Nigeria (no confundir Nigeria con Níger), amenaza con intervenir militarmente. Hay también fuertes protestas antifrancesas en Chad, e inconformidad en Gabón; el norte de Benín (en el golfo de Guinea) es un polvorín.
Lo que ocurre en Níger obedece a circunstancias de índole externa e interna. La contradicción interna, determinante, radica, como ya expusimos, en el saqueo colonial crónico, y sus secuelas de hambre y atraso. El colonialismo no desapareció del todo; muchas de sus manifestaciones permanecen, mezcladas con el nuevo imperialismo, hasta un grado insostenible, y las limosnas provenientes de Francia y Estados Unidos ni siquiera las atenúan. Los africanos emigran por millones a Europa, arriesgando sus vidas en busca de alimento. En ese contexto ha surgido una nueva generación de líderes por la independencia real.
Influye también la coyuntura mundial favorable. En el entorno inmediato, Francia está en decadencia; es una sociedad convulsionada, incapaz de sostener su régimen neocolonial. El pueblo sufre crecientes cargas fiscales, retiro de apoyos gubernamentales y una desenfrenada inflación en energéticos; todo ello redunda en un fuerte rechazo social al presidente. En África, económicamente Francia es más débil. “La situación de Francia es aún peor si se considera su participación en el comercio total con o desde sus antiguas colonias africanas. Entre estos países, la cuota de Francia en el comercio ha caído más de una cuarta parte, a principios de los noventa, a poco más del 5%. El dominio francés de las economías francófonas ya no es lo que era. Aunque el CFA puede seguir existiendo como mecanismo importante para transmitir la influencia de París, el mecanismo comercial se ha debilitado considerablemente en las dos últimas décadas” (Portal Le gran continent, Banco Mundial 3 de marzo de 2023). Políticamente, para justificar su presencia militar en el Sahel, Francia pretexta combatir contra grupos terroristas musulmanes, y así, en la Operación “Barkhane”, desplegó, sin éxito alguno, 4 mil 500 soldados. Pero los nuevos líderes africanos dicen que Francia misma promueve a los terroristas, como espantajos para permanecer y seguir saqueando.
Estados Unidos, el gran gendarme imperialista, está igualmente en decadencia, endeudado, con el petrodólar debilitado por el alejamiento de Arabia Saudita. Al reducirse su tasa de ganancia, como todo capital, el norteamericano busca resarcirse con más créditos leoninos e invasión comercial, apretando más el nudo sobre los países pobres y ahorcando sus economías; pero toda acción provoca una reacción. Los jóvenes, crecientes consumidores de drogas, son cada vez más renuentes a enrolarse en el ejército, cuya imagen cae a mínimos históricos; su clase política está confrontada, y su gobierno es impopular (Biden tiene apenas 20 por ciento de aprobación); el pueblo está harto de derramar su sangre en defensa de los grandes capitales. El dominio imperialista basado en la guerra está agotado, como evidencian sus fracasos en Afganistán y Libia, y la consolidación de Bashar al-Assad en Siria.
Como contrapartida, Rusia resurgió de la debacle de los años noventa en la era Yeltsin. Hoy es la quinta economía mundial (Banco Mundial). Las sanciones han tenido efecto bumerang sobre Estados Unidos y Europa (Alemania, motor económico europeo, está en recesión). Rusia tendrá este año cosecha récord de granos (aporta la quinta parte del consumo mundial), y se solidariza con África: en la reciente cumbre de San Petersburgo, el presidente Putin ofreció enviar gratuitamente hasta 50 mil toneladas a Burkina Faso, Eritrea, Zimbabue, Mali, Somalia y República Centroafricana. Conque no es casual que las manifestaciones de rechazo a Francia sean acompañadas por entusiastas muestras de apoyo a Rusia y su presidente, y que, en la asamblea de la ONU, la mitad de las abstenciones en la condena a la intervención rusa en Ucrania fueran de países africanos. A la cumbre Rusia-África acudieron delegaciones de 49 países y 17 jefes de Estado. Ahí, Vladimir Putin informó que el comercio ruso con África, 18 mil millones de dólares el año pasado, aumentó en 35 por ciento en la primera mitad del actual. Sudáfrica, potencia africana, es firme aliado de Rusia y los BRICS.
En el ámbito militar, con una tecnología indiscutiblemente superior, Rusia está obteniendo un contundente éxito en Ucrania (como también se vio en Siria), frente a la agresión de Estados Unidos y la OTAN, y en alguna medida, su inocultable victoria está provocando un efecto detonador en las luchas de los pueblos por su liberación, entre los que inspira admiración y respeto, y donde perciben al presidente ruso como libertador, con una capacidad real que transmite seguridad y más confianza en sus propias fuerzas; sienten que no están solos, como antes, frente al poderoso imperio, que parecía imbatible. Así se explica que, en África misma, Mali, Burkina Faso, República Centroafricana, hayan buscado el apoyo de Rusia; en Libia, que también lo buscó, comparte una posición común con Egipto.
Por su parte, la ascendente influencia china desplaza económicamente los controles coloniales de Estados Unidos y Francia. En el África subsahariana, en el comercio exterior, entre 1996 y 2020, Estados Unidos tiene pasó del 11 al 5.7 por ciento, y Francia, del 9 al 3 por ciento en los últimos veinte años (Banco Mundial). En otorgamiento de créditos, el BRICS compite exitosamente con el Banco Mundial y el FMI, y atrae a los países africanos (Egipto ha solicitado ya su incorporación). Actúa, pues, también a escala mundial, la inexorable ley: quien tenga el poder económico tendrá el político.
En igual sentido escriben Vijay Prashad y Mikaela Erskog: “A medida que las naciones africanas se han ido distanciando de las potencias atlánticas, muchas se han ido acercando a China. En 2021, 53 países del continente se habían adherido al Foro de Cooperación China-África, concebido para mejorar las relaciones comerciales y diplomáticas. En las dos últimas décadas, el comercio bilateral ha aumentado cada año –de 10 mil millones de dólares en 2000 a 254,300 millones en 2021–, de tal forma que la República Popular China se ha convertido en el principal socio comercial de la mayoría de los Estados africanos. En la octava conferencia del FOCAC, China anunció que importaría productos manufacturados de los países africanos por valor de 300 mil millones de dólares de aquí a 2025 e incrementaría el comercio libre de aranceles, eliminando posteriormente los aranceles sobre el 98 por ciento de los productos sujetos a impuestos procedentes de las doce naciones africanas menos desarrolladas” (El Viejo Topo, 21 marzo, 2023).
Sin embargo, la indiscutible justeza de las luchas aquí referidas, y las grandes expectativas que generan, no deben impedirnos advertir sus riesgos. Los protagonistas principales y conductores son los ejércitos, con toda la incertidumbre que ello conlleva. Pero el ejército no puede sustituir al partido político, instrumento imprescindible del cambio verdaderamente revolucionario, que pueda llevar consistentemente a los trabajadores al poder para transformar las estructuras económicas. Estamos ante luchas de liberación nacional, antiimperialistas, en busca de justicia social, aunque queda por ver, a futuro, cómo se decantará ahí la lucha de clases entre trabajadores y capitalistas nacionales, que los hay, y fuertes. Aún van en paquete, y eso deja pendiente la definición. Está por verse, además, en qué queda la injerencia de Estados Unidos, que intenta ocupar el lugar de Francia: recientemente visitó Níger la subsecretaria Victoria Nuland –moderna encarnación de Enío– buscando dialogar con el gobierno militar. En fin, sea cual sea el resultado, lo cierto es que los pueblos están cansados de tanta explotación y ultraje, y de una forma u otra, quizá a ensayo y error, irán encontrando la salida para su liberación. En esto no existen caminos reales.
Texcoco, México, a 9 de agosto de 2023
Abel Pérez Zamorano es Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics/ Profesor - Investigador en la Universidad Autónoma Chapingo.
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