En México, se agudizan el hambre y la desnutrición
Encima de todos los problemas por los que las familias más necesitadas tienen que afrontar día con día, se suma ahora el incremento de los precios de los alimentos. Viendo la lista que, de acuerdo con la autoridad correspondiente, integra la llamada “canasta básica”, nos damos cuenta de que varios de los productos que la componen son ya imposibles de adquirir, por ejemplo, la carne de res, la pechuga de pollo, la cebolla, el jitomate, entre otros, con lo cual la mayoría de los mexicanos, sobre todo los niños y adolescentes, no están adquiriendo los nutrientes necesarios para su desarrollo físico y mental, ni las defensas necesarias para enfrentar enfermedades. La llamada seguridad alimentaria es, pues, una quimera.
Las amas de casa se hacen cruces para poder comprar algo con qué alimentar a sus familias, recorren mercados y puestos ambulantes buscando los precios más bajos y preparan las comidas con lo poco que logran adquirir y las hacen rendir. Y lo mismo hacen quienes venden en sus puestos callejeros tacos, tortas, tostadas, tamales, alimentos que en las grandes ciudades son una necesidad dado el escaso tiempo con que cuentan los citadinos para poder comer en sus hogares; los tacos de tinga, por ejemplo, sólo llevan el nombre ya que carecen de carne de res o de pollo y solamente van rellenos de salsa de chile ancho y chile guajillo.
Durante el mes de abril, según el Coneval, en las ciudades la canasta básica se incrementó en 12.4 por ciento y en las zonas rurales en 13.3%, en comparación por el mismo mes del año pasado. La Profeco, por su parte, ha registrado el incremento de precios dicha canasta; comparemos solamente el de algunos productos, del mes de enero con la primera quincena de junio. El aceite de maíz pasó de 31 a 51 pesos, el huevo de 37 a 43 pesos, el limón de 28 a 41 pesos, el frijol de 22 a 36, el jitomate de 15 a 21 pesos, la tortilla de 18 a 20, la zanahoria de 7 a 15 pesos y la pasta para sopa de 6 a 10 pesos. Este incremento de precios varía según la zona geográfica de que hablemos, pues muchos productos agrícolas se han visto afectados ya sea por la sequía o por las lluvias torrenciales y, pese a ello, no existen apoyos por parte del gobierno de la 4T para los agricultores; por ejemplo para la compra de fertilizantes, cuyo precio ha subido de manera alarmante desde el segundo semestre del año 2021 a más del 100 por ciento.
El presidente del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), el empresario azucarero Juan Cortina Gallardo, señaló recientemente la necesidad de que en México haya programas de apoyo para pequeños, medianos y grandes productores agrícolas para poder competir con empresas de Estados Unidos, agregando que “Ahorita estamos hablando de precios elevados de alimentos y lo que sería muy grave y desastroso para nuestro país, es que teniendo el potencial para poder producir alimentos hubiera un desabasto y empezáramos a ver que no alcanzan para la población”. (El Economista, 9 de junio de 2022). Por lo pronto, ya se habla de escasez de leche, de aceite, de granos y de agua embotellada (ésta, que deben llevar los estudiantes de las escuelas públicas en Monterrey y su área metropolitana ante la escasez de agua potable, porque las fábricas y las colonias de las clases altas no pueden prescindir de ella).
De acuerdo con Víctor Manuel Villalobos Arámbula, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), nuestro país ocupa el lugar décimo cuarto en la producción mundial de alimentos y el octavo lugar de países exportadores. Es el principal productor y exportador de aguacate en el mundo, y sin embargo, la inmensa mayoría de los mexicanos no lo puede consumir por su elevado precio, que actualmente es de 130 pesos el kilo; y también ocupa los primeros lugares en la producción de frutas y hortalizas, 42 millones de toneladas el año pasado, pero su elevado precio al interior hace casi imposible su consumo, por lo que en la dieta de los mexicanos más vulnerables también están ausentes las fibras, las vitaminas, los hidratos de carbono y varios minerales que aportan estos alimentos.
Sin embargo, como muchos sabemos toda esa riqueza no se refleja en la calidad de vida de la inmensa mayoría de los mexicanos; tan solo en el campo, según datos del secretario de la SADER, el 55 por ciento de su población vive en pobreza y 16 por ciento en pobreza extrema Por otra parte, la producción de granos y de varias oleaginosas está estancada, por lo que nuestro país sigue dependiendo del exterior -México es el segundo país importador de maíz- y no se ve para cuándo pueda ser autosuficiente puesto que no existe una política pública del gobierno de Andrés López Obrador para la sustitución de importaciones. Esa es la verdad, así es que no debemos dejarnos engañar con el cuento de que la crisis mundial de granos, en concreto de trigo, se debe a la guerra entre Rusia y Ucrania, debido a la cual Rusia impide la salida de los barcos cargueros de los puertos del mar Negro. Esa es otra falacia más en contra de Rusia, pues como lo acaba de declarar su canciller Serguéi Lavrov, ellos tienen la disposición de abrir corredores de seguridad para que puedan salir los barcos, pero ello solamente será posible si los ucranianos quitan las minas que sembraron en la zona de dicho mar aledaña a su puerto de Odessa, que está bajo control de Ucrania.
Nuestro país, se ha dicho en innumerables ocasiones, es un país rico, sí, sólo que la riqueza que genera se queda en una cuantas manos, no existe una justa distribución de esa riqueza. Pero el presidente López Obrador, el de “primero los pobres”, se sigue negando a escuchar las recomendaciones de la OXFAM, por ejemplo, en cuestión de cobrar impuestos a los millonarios y multimillonarios para generar mayores ingresos y atender las múltiples y graves carencias de los más necesitados. ¿De qué servirá al país una creciente población hambrienta, desnutrida y enferma? Urge, pues, que el pueblo tome conciencia de que puede cambiar esta terrible situación si se organiza y lucha.