México se ha vuelto un infierno
Por: Homero Aguirre Enríquez
“¡Vivimos un infierno!”, clamó certeramente el 19 de julio el semanario católico Desde la Fe, en un editorial que sintetiza el dolor y el enojo de millones de mexicanos ante la incontenible escalada de violencia que padecemos junto con la inacción y torpeza gubernamental que la cataliza a niveles nunca vistos: “Ésta ha sido una semana de terror en México. La violencia crece como la espuma, y parece que no hay forma de detenerla: balaceras, secuestros, asesinatos de líderes sociales, amedrentamientos y terror en comunidades, desapariciones, extorsiones y otros males que lastiman en lo más profundo a nuestro pueblo”… “Las raíces sociales se han pervertido, al grado de que algunas autoridades -cuya obligación constitucional es proteger la vida, dar seguridad a la sociedad y salvaguardar los bienes de sus gobernados- están profundamente coludidas con los criminales, y las que aún no lo están, temen aplicar la ley, pues está de por medio su vida y la de su familia. ¡Vivimos un infierno!”, remató el editorial.
Dos días después, un nuevo episodio trágico golpeó la conciencia nacional al evidenciarse que en este infierno a la mexicana nadie está a salvo, ni siquiera en un recinto sagrado: “ La comunidad de Jesuitas de México denunció este martes el asesinato de Javier Campo Morales y Joaquín César Mora Salazar, dos misioneros, en el templo de la comunidad de Cerocahui, municipio de Urique, en la sierra de Chihuahua. También un civil, identificado como S.J., perdió la vida. Los hechos ocurrieron alrededor de las 18:00 horas de ayer, cuando un hombre irrumpió en el templo para refugiarse del ataque de un sicario que lo perseguía. Sin embargo, el agresor atentó contra el sujeto y contra los dos padres que estaban en el lugar que intentaron disuadirlo de disparar (…) Los jesuitas destacaron que la sierra tarahumara enfrenta condiciones de violencia y olvido, al igual que otras regiones mexicanas. En este contexto, todos los días son asesinados hombres y mujeres” (El Financiero, 21 de junio).
Con toda razón, esos crímenes atroces que ensangrentan todo el territorio nacional, y la inexistencia de una política eficaz para contenerlos, no sólo en Chihuahua sino en todo el país, han desatado la indignación de los mexicanos y generaron nuevas críticas y exigencias para que el gobierno de AMLO actúe, como es su obligación legal, y detenga el baño de sangre que sufre México. Cito algunas de las más importantes:
1.- “Esta realidad de violencia nos golpea. México está salpicando sangre de tantos muertos y desaparecidos, entre ellos 27 sacerdotes, incluidos los padres jesuitas que han sido asesinados”, afirmó el secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Ramón Castro Castro.
2.- El arzobispo de Guadalajara, cardenal José Francisco Robles, afirmó que «el abrazos no balazos es un mensaje de impunidad » y que los asesinatos de los curas demuestran una estrategia fallida. “Ellos -los delincuentes- no entienden de abrazos, ellos solamente saben de balazos, y no estoy diciendo con esto que el Gobierno tiene que tomar la estrategia de echarles balazos a esta gente, no, sencillamente de llevarlos ante la ley” (24 HORAS, 24 de junio).
3.- "Cuando el Estado no tiene control territorial y permite que grupos armados lo controlen, a eso le llamamos Estado fallido, y tiene muchos años que desgraciadamente en México el territorio, las colonias, los barrios, los pueblos están siendo controlados por algún cártel y el Estado está ausente", lamentó el Rector de la Universidad Iberoamericana de Torreón, Juan Luis Hernández.
4.- “Abrazos, no balazos, es la fórmula que sintetiza la estrategia anticrimen de López Obrador… se trata de un razonamiento unilateral e incompleto, que deja a un lado el combate de los efectos inmediatos y más dolorosos de la violencia, es decir, los asesinatos, los despojos, los secuestros de jóvenes para obligarlos a sumarse a sus filas. El plan presidencial esta pensado para actuar como si tales terribles agravios a la sociedad no existieran; como si los criminales no estuvieran agrediéndonos continuamente ahora mismo; y como si, por tanto, tuviéramos todo el tiempo del mundo para esperar pacientemente los definitivos resultados de sus medidas de fondo, en el supuesto de que tales resultados lleguen realmente algún día. Los criminales se dan cuenta de esta inconsistencia evidente y se aprovechan de ella para delinquir libremente y con saña irracional y gratuita”, dijo Aquiles Córdova Morán, dirigente nacional del vigoroso Movimiento Antorchista, en un mensaje ampliamente difundido en Facebook.
A pesar de que resulta evidente para cualquier mente sana que la crisis provocada por la violencia criminal ha llegado a una cota nunca antes vista, la respuesta del presidente López Obrador fue la de siempre, lavarse las manos y echar culpas propias en espaldas ajenas. Ante las críticas por la falta de actuación oportuna de las autoridades en la prevención de los crímenes recién ocurridos en la Sierra de Chihuahua (aunque se sabía desde hace años de la presencia de grupos delincuenciales que controlan el territorio de Urique y otros municipios aledaños, según reconoció el propio AMLO) el presidente alegó que se trata de un crimen del fuero común y no un asunto de competencia federal, lo que recordó aquella tristemente célebre frase de “¿y yo por qué?”, utilizada por Fox para eludir su responsabilidad.
Esa ruin salida fue acompañada de una parrafada del actual presidente, en la que esencialmente dijo que seguirá sin combatir a la delincuencia y echándole la culpa de la violencia imparable a los anteriores presidentes, lo que objetivamente significa protección e impunidad para los delincuentes, que volvieron a ser calificados como “buenos”: “Nosotros sostenemos que el ser humano no es malo por naturaleza (...) Nosotros sí creemos en la readaptación y no pensamos que la gente tenga más destino que ser eliminada. Si hay casos así de extremismo en violencia es porque hay trastornos que originan la droga y otros elementos. Pero el ser humano es bueno por naturaleza”, repitió tozudamente, sin que nadie esté proponiendo eliminar a los delincuentes, sino que se les aplique la ley, y sin responder a la pregunta de qué hacer cuando esos hombres indudablemente buenos al nacer, por diversas circunstancias, entre las que destcan la pobreza, la ignorancia y la marginación, dejan de serlo cuando crecen y luego masacran a otros a tal grado que la cifra de asesinatos de este sexenio ya rebasó, en su cuarto año, la que hubo en los seis años del gobierno de Felipe Calderón, lo que no deja lugar a dudas que este será el sexenio más sangriento de toda la historia.
Sólo una cosa sensata dijo el presidente, que las cosas cambiarán si el pueblo decide con su voto sustituir el proyecto que él encabeza. Debemos organizarnos, ponernos de acuerdo, detener con nuestro voto esta política demencial de Morena, equivocada no sólo en el combate a la inseguridad, y evitar así que se vuelva cierta aquella frase atribuida a Aldous Huxley: “¿Cómo sabes si la Tierra no es más que el infierno de otro planeta?”.