Durante la época navideña, incrementa el consumo de energía eléctrica debido al uso excesivo de luces y juegos pirotécnicos.
El daño por dichas contaminaciones al medio ambiente es notorio, porque aumentan las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y contribuyen a la producción de gases de efecto invernadero.
En un informe por el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía (IDEA) de España indicó que los ayuntamientos de ese país gastan en luces navideñas unos 30 millones de kilovatios por hora. Misma cantidad de electricidad que consume una urbanización de unas 50 mil viviendas al año, lo que se traduce en la emisión a la atmósfera de 10 mil toneladas de CO2.
Incluso investigadores de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos hallaron que los fuegos artificiales producen contaminantes atmosféricos.
Tal es el caso del perclorato de sodio, que resulta nocivo para la salud (puede afectar la tiroides) las concentraciones de este químico, entre 24 y mil veces mayores a los niveles normales, dañan los microorganismos y la fauna del ecosistema.
Al momento de la explosión los metales pesados se dispersan en la atmósfera y caen en la tierra en forma de aerosoles sólidos que al ser inhalados pueden producir enfermedades respiratorias.
También pueden provocar problemas de salud a largo plazo, como ataques de asma, ataque cardíaco, accidente cerebrovascular e incluso la muerte a los que sufren de enfermedades del corazón o los pulmones. Por ello, diversos estudios científicos han insistido en que se impulsen en todo el mundo fuegos artificiales más ecológicos.