Así es el memorial con que el China contribuye a la búsqueda de la paz

La masacre de Nanjing ocurrida en 1937 es el centro de un memorial erigido en esa ciudad china, que no busca cultivar los odios nacionalistas, sino concientizar la necesidad de la paz que tanto ha defendido China en sus orígenes como nación independiente.

Así es el memorial con que el China contribuye a la búsqueda de la paz

Nanjing.- Los costos de la guerra y lograr la paz es el mensaje preservado en Nanjing, China, en el memorial dedicado a la masacre ocurrida en 1937, durante la ocupación japonesa, que acabó con la vida de 300 mil ciudadanos chinos. En este baluarte colectivo, bello en su arquitectura y brutal en su sobriedad están registrados todos esos nombres. Aquí se busca atesorar el valor de la paz, sin ocultar ni matizar las atrocidades de la guerra. 

El ejército japonés tomó Shanghai, lo que convirtió a Nanjing, entonces capital de China, en el objetivo más importante para su siguiente movimiento. En noviembre de 1937, el gobierno nacionalista estableció la política de "defensa inflexible a largo plazo" y movilizó a unos 150.000 soldados para defender la ciudad. El 1 de diciembre, el Cuartel General Imperial emitió la orden de atacar Nanjing. La guarnición china se defendió con valentía a pesar de su armamento y de la grave inferioridad de sus fuerzas. El 13 de diciembre, Nanjing cayó.

Los militares japoneses cometieron una carnicería con el asesinato de soldados desarmados, ejecutando familias completas, violaciones masivas, saqueos, incendios. Iris Chang, escritora y periodista estadounidense de origen chino, quien escribió la novela documental La violación de Nankín llena página enteras de este atroz capítulo de la historia mundial.

Desde 2014, en salas amplias de fotos, reliquias y videos, el memorial pasa lista también a los 60 sobrevivientes de uno de los crímenes más brutales de la Segunda Guerra Mundial. 

Así, los visitantes se acercan a uno de los capítulos más duros de una invasión imperialista. 

Entre los chinos, asegura el guía durante el recorrido, el mausoleo no busca cultivar el odio nacionalista contra el Japón, aunque ese país nunca reconoció estas atrocidades. Hablan de “incidente” o “episodio de guerra”.

El sitio también repasa las huellas de héroes civiles de diversas nacionalidades, estadounidenses, alemanes de todos los oficios, convertidos en enfermeros, traductores, periodistas, todos en auxilio de un pueblo cuyos cadáveres enrojecieron el río Yangtsé​. En Nanjing, extranjeros ya como pastores protestantes estadounidenses, médicos de hospitales y algunos hombres de negocios constituyeron una zona de seguridad para salvar a la gente de los ataques japoneses. Esta zona fue vital para el rescate de miles de potenciales nuevas víctimas. 

Uno de ellos es el alemán John Rabe, cuyo heroísmo en el rescate de doscientos mil ciudadanos chinos. Su heroísmo jamás ha sido olvidado ya como "el Oskar Schindler de Nanking" o como el “Buda alemán”.

O el periodista estadounidense, Archibald Trojan Steele, corresponsal de guerra o extranjero estadounidense de United Press , The New York Times , Chicago Daily News y New York Herald Tribune, quien comunicó al mundo sobre la masacre y sus brutales consecuencias sobre la población civil. “las calles de la ciudad estaban llenas de cadáveres de civiles ...”

Periodista de Canal 6 Televisión acude al Memorial y presenta sus condolencias.

También recuerda la enorme marcha del pueblo chino para conseguir justicia. Reúne las declaraciones de los sobrevivientes que llevaron al Tribunal penal militar internacional para el lejano Oriente a condenar penalmente a unos cuantos oficiales japoneses que llegaron a juicio. Las guerras imperialistas siempre tienen nuevas víctimas. Ayer fue China, pero ningún pueblo está exento.

Ya en el siglo XXI, salvada de los enormes costos de la ocupación extranjera por el liderazgo del Partido Comunista chino, preserva ahora a las nuevas generaciones su imponente memorial. La ciudad asolada por el humo, la violencia extrema, los crímenes innombrables quedaron atrás y hoy da paso a una ciudad vigorosa, una de las más grandes del mundo con más de 9 millones de habitantes, mirando al futuro. La justicia y el pueblo, deben prevalecer, ese es su poderoso mensaje para ese “dolor sin nombre”, como bautizara el poeta español Blas de Otero, también heredero de los dolores de la guerra en su propio terruño. 

La sangre de nuestros muertos se levanta

con el humo de un pueblo silencioso; 

en la sombra de un río, aún más hermoso, 

el chopo antiguo, al contemplarse, canta.

Archivando la luz en la garganta, 

vuela, libre, el insecto laborioso, 

Alto cielo tallado: luminoso

Cristal donde la rosa se quebranta. 

Es nuestro ayer, nuestro dolor sin nombre, 

Retornando, de nuevo, su camino; 

Futuro en desazón, presente incierto.

sobre el hermoso corazón del hombre. 

Como una vieja piedra de molino

Que mueve, todavía, el cauce muerto. 

“Algo hay que hacer con el dolor” dice mi compañero periodista de Argentina, Gustavo NG, yo también lo creo. Yo le erijo los versos del poema “Aldea” de Blas Otero. Para vencer las llamas de la guerra, solo queda poner una fuerza superior, la necesidad de la paz, y debe ser defendido por los pueblos en pie de lucha. En Nanjing, yo vi a un pueblo que no quiere apuntalar las ruinas, sino que quiere quedar, seguir siguiendo, subir, subir a contra muerte, pero advirtiendo hacia el futuro a los pueblos del mundo: 

Pero la muerte, desde dentro, ve

Pero la muerte, desde dentro, vela, 

Pero la muerte, desde dentro, mata.