Opinión: ¿Qué se esconde detrás de la Nueva Escuela Mexicana?
De acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP), dentro de sus objetivos está el brindar una educación de excelencia y con sentido humano, para ello, asegura, propuso transformar el Sistema Educativo Mexicano a través de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), que requirió de una reforma constitucional (en 2019) con la cual se modificó la Ley General de Educación. ¿Qué se busca con la NEM?, de acuerdo con la propia SEP, “se desea formar personas capaces de conducirse como ciudadanos autónomos, con sentido humano y crítico para construir su propio futuro en sociedad”. Ese es, digamos, el objetivo general.
Tomado al pie de la letra, se pretende que los estudiantes de preescolar, primaria y secundaria vayan adquiriendo la capacidad para que puedan conducirse como ciudadanos autónomos, esto es, al terminar el bachillerato, cuando tengan 18 años de edad y puedan ser considerados como ciudadanos. Entendida así la autonomía, estaríamos hablando del conjunto de capacidades que cada persona tiene para hacer sus propias elecciones, tomar sus decisiones y responsabilizarse de las consecuencias de las mismas. En un sistema de producción capitalista como el nuestro, ¿los individuos pueden hacer sus propias elecciones, tomar sus propias decisiones y asumir las consecuencias de estas últimas? Eso depende de la clase social de la que hablemos -con perdón de quienes no entienden “de esas cosas de las clases sociales”-, pues si se trata de la clase trabajadora, es evidente que no puede elegir, por ejemplo, entre si ir a trabajar o no ir a trabajar, porque si quiere sobrevivir no le queda más opción que presentarse todos los días y puntualmente a su trabajo. Mientras que el dueño de una empresa, de un gran comercio o de una fábrica sí que puede darse el lujo de no hacerlo, pues para ello tiene a sus gerentes, administradores y capataces, sin que su ausencia haga que disminuyan sus ganancias.
Y lo mismo sucede en cuanto a la toma de decisiones y asumir las consecuencias de las mismas. Aunque son muchos y variados los asuntos sobre los cuales los individuos deben tomar decisiones, también entra aquí la división de la sociedad en clases sociales. Dejando de lado los asuntos triviales, tomemos un ejemplo de aquellas conductas que en el derecho mexicano merecen la pena de cárcel. De acuerdo con el resultado del Censo Nacional de Sistema Penitenciario Federal y Estatales 2022 (con información al cierre del año 2021), en los centros penitenciarios estatales el delito de robo concentró la mayor cantidad de hombres y mujeres, 123 mil 997, por el que fueron privados de su libertad, cantidad que representa el 52 por ciento de la población en los penales estatales (el censo únicamente considera cinco delitos principales). Esta situación no es ninguna casualidad, refleja la cruda y terrible realidad de no tener nada que llevarse a la boca, de no tener dinero para acudir al médico y comprar medicamentos, algo de ropa y de calzado, de no poder pagar la renta, la luz, se trata, en fin, de lo que a diario sufren millones de mexicanos. ¿Cuántos hombres y mujeres se encuentran privados de su libertad por los llamados delitos de cuello blanco? ¿Cuántos funcionarios, no sólo de gobiernos anteriores, sino también del actual? Pocos, poquísimos.
En apoyo a la NEM, dice la SEP: “Uno de los problemas en México es que, tanto en las escuelas como en la sociedad, se ha dado demasiado valor a la acumulación de conocimientos como un medio para mejorar la condición económica de las personas, pensando que únicamente se trata de competir y de ser el mejor, de adquirir mayores conocimientos y de obtener la mejor calificación. Todo esto ha llevado a creer que la educación es una carrera individual, donde el esfuerzo personal y el egocentrismo servirán para ser exitoso”. ¿De verdad la SEP ignora el hecho de que bajo este sistema de producción quien esté mejor pertrechado de conocimientos puede competir con mayor ventaja con quien no lo esté? Para salir de dudas, comparemos a un ingeniero petroquímico con un maestro albañil, ¿cuál de los dos puede acceder a un mejor puesto de trabajo y por lo tanto mejorar su condición económica?, evidentemente, el primero. Pero realmente el problema no estriba ahí, sino en el hecho de que miles de niños y jóvenes abandonan la escuela porque tienen necesidad de trabajar para ayudar al sustento familiar. ¿Qué plantea el Estado para solucionar este problema estructural? Como no sean las famosas becas, no se ve por ningún lado una propuesta seria para resolverlo.
¿Y cómo está eso de que se ha caído en la creencia de que “la educación es una carrera individual, donde el esfuerzo personal y el egocentrismo servirán para ser exitoso”? Aunque es cierto que los maestros, y los padres cuando están en posibilidades de hacerlo, coadyuvan en la educación de niños y jóvenes, el esfuerzo personal del alumno es de vital importancia, no sólo para aprender cosas nuevas y hacerlas suyas, es decir, aprehenderlas con el cerebro, sino para esforzarse siempre en todo lo que se proponga para poder tener éxito en todo lo que se plantee, y ese esfuerzo es, aunque la SEP lo condene, una verdadera lucha individual consigo mismo. En ello, ¿qué tiene que ver el egocentrismo, es decir, el pensar que uno es el centro de todo? Nada, absolutamente nada.
Es evidente que la SEP desconoce, o hace como que desconoce, lo que nuestro país necesita, y con urgencia, en materia educativa. Para el Movimiento Antorchista Nacional, lo que hace falta es plantearnos con claridad una política educativa nueva, que verdaderamente entienda el momento y el contexto histórico en el que nos estamos moviendo y que responda a las exigencias de ese contexto y de ese momento histórico. Pero la máxima autoridad educativa hace a un lado este planteamiento esencial. Prueba de ello es la modificación de los libros de texto, que además de contener varios errores, han desatado una polémica absurda en torno a si el gobierno de López Obrador quiere implantar el comunismo en México, a querer llevar a un enfrentamiento social porque en ellos se habla de las clases sociales, a denostar a quienes en otro momento, en otro contexto histórico y en otros países lucharon por una sociedad más justa e igualitaria. ¿Es esto a lo que realmente se quería llegar? De ser así, los únicos que saldrán perdiendo son el pueblo y todos aquellos que están conscientes de la imperiosa necesidad de revolucionar la educación que se imparte a los niños y jóvenes mexicanos.
Ciudad de México, a 12 de agosto de 2023.