Opinión: Desigualdad y corrupción, el sello de nuestra época

Vania Sánchez

Opinión: Desigualdad y corrupción, el sello de nuestra época

En enero de 2024 se publicaron dos reportes independientes que, cuando se reflexiona tan solo un poco, no resultan tales, sino que están íntimamente relacionados por diversos mecanismos. El primero de estos reportes es el de Oxfam, reconocida organización internacional que hace estudios sobre la desigualdad económica en el mundo, titulado Desigualdad S.A. El segundo, es el Índice de Percepción de Corrupción 2023 que publica Transparencia Internacional. Amén del fuerte carácter ideológico de esta publicación, las conclusiones resultan reveladoras sobre la falta de la aplicación efectiva de la ley, es decir, de justicia en términos legales, de la ausencia de un estado de derecho efectivo en la mayor parte de las naciones del mundo. La desigualdad y la corrupción son dos grandes flagelos que se ceban en el dolor de los sectores más empobrecidos de los trabajadores del mundo.

El reporte de Oxfam, Desigualdad S.A., muestra la enorme desigualdad de la distribución económica en el mundo y cómo se ha acelerado en los últimos tres años. El documento destaca que mientras que la riqueza de los cinco hombres más ricos del mundo se ha duplicado en ese periodo, la de los 5 mil millones de personas más pobres del mundo (62% de la población) se ha reducido. Unos pocos se enriquecen y miles de millones se empobrecen a niveles extremos. Ese es el mundo en el que vivimos. Así como entre las personas, también entre las regiones hay una desigualdad abismal. En los países del norte, en donde habita una de cada cinco personas apenas, se concentra 70 por ciento de la riqueza privada. Y así como los milmillonarios del mundo son los ganadores del orden mundial, lo son las empresas multinacionales que han visto doblar los beneficios en 2022 en relación con los obtenidos en 2021.

El título de la publicación, Desigualdad S. A., evoca la tesis del reporte que plantea que la principal fuerza de la desigualdad mundial es el alto grado de monopolio que han alcanzado las empresas transnacionales. Para muestra de ello cita lo que ocurre en el mercado mundial de semillas: hace 25 años participaban en este y lo controlaban diez empresas, hoy lo hacen solo dos gigantes transnacionales. El monopolio otorga a las empresas los medios para determinar el precio de las mercancías, incluso por encima de su valor. El monopolio implica la transferencia de riqueza de la gran mayoría a quien detenta ese poder y se ha transformado en el mecanismo del puñado de milmillonarios que hay en el planeta para hacer crecer sus fortunas a niveles estratosféricos.

El segundo reporte plantea que la corrupción está asociada a la impunidad, es decir, que los que abusan de su poder no enfrentan las consecuencias del daño que provocan. Los resultados de este reporte indican que ha habido una caída a nivel mundial desde 2016 en la capacidad de los estados para aplicar la ley y gobernar la vida de sus pueblos, es decir, que las violaciones a la ley con absoluta impunidad han venido acrecentándose en todo el mundo. Todo esto a pesar de que la Convención contra la Corrupción de la ONU está cumpliendo 20 años y se han adherido a ella 190 países. En este reporte México resalta por ser el país con la peor percepción de corrupción entre los países de la OCDE, un lugar que mantiene desde 2020. Los analistas del reporte destacan que por más alaraca que se hace a la judicialización de casos de corrupción, ninguno ha llegado a ser sentenciado por lo que la impunidad sigue siendo el sello del gobierno mexicano.

Oxfam denuncia que los gobiernos hoy actúan en connivencia con los monopolios. “La desigualdad extrema de poder creado por los monopolios privados es una forma de corrupción que contribuye a la desigualdad”, dice el reporte de esta organización. Y dado que a corrupción presupone la detentación de poder, la concentración de riqueza es una causa directa del creciente clima de corrupción que hay en el mundo porque otorga un estatus de privilegio desmedido a una minoría. Hace muchos años ya, los gobiernos no se hallan sino al servicio del puñado de ricos dueños del mundo; hoy, la exagerada concentración de la riqueza también hace inoperante a la ley, así los pobres sufren la violencia del capitalismo en cada aspecto de la vida. Por tanto, la lucha por que el poder político pase a manos de los trabajadores sigue siendo un pendiente que solo los pobres del mundo pueden cumplir y el único medio para su redención.

Vania Sánchez es doctora en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona.