El despertar de la clase media en México
Andrés Manuel nunca ha reconocido ni reconocerá sus derrotas. Tanto le pegó en el ego la marcha realizada el pasado 13 de noviembre, cuando miles de ciudadanos, principalmente de clase media, salieran a las calles en la capital del país y en alrededor de 50 ciudades a nivel nacional, que no quiso esperarse al tradicional informe de gobierno el 1 de diciembre, y anunció que lo adelantará para el 27 de noviembre con una contramarcha. Y como si fueran competencias señaló que él la encabezará. ¡Vaya estatura presidencial!
No dudamos que la capacidad de asistencia de esta marcha convocada por el propio López Obrador sea más concurrida que la del fin de semana pasado, tomando en cuenta que será una marcha de Estado, a la cual no se le aplicará la “austeridad republicana”, respaldada por la cuota de gente que tendrá que responder cada gobernador morenista para reparar el agraviado ego presidencial.
Desde mi punto de vista, la manifestación en defensa del INE es también un termómetro social que bien nos adelanta muchas alarmas tanto positivas por quienes queremos que las cosas cambien a favor de las mayorías, como “red flags” para el mismo gobierno morenista.
Es verdad que fue una manifestación legítima y espontánea a la cual acudieron desde exfuncionarios del antes IFE, políticos de oposición, intelectuales o sea la clase media, un sector de la población que comenzó a dar manifestaciones de solidaridad contra un gobierno que los ha calificado de “aspiracionistastas fifís, racistas” en cadena nacional por las mañaneras justo antes de realizarse la manifestación. Sin acarreos y en defensa de un órgano institucional. El movilizarse por parte de este sector representa una buena señal.
El Presidente no debería tomarse tan a la ligera la inconformidad de aquellos que en el 2018 lo defendieron pese a que no compartieran del todo las ideas del tabasqueño y lo hicieran llegar a Palacio Nacional. Aquellos que durante la pandemia se les prometió apoyos económicos para evitar el cierre de varios negocios y que al final nunca les llegó. Aquellos que ya manifestaron desde las pasadas elecciones intermedias, al menos en la CDMX, estar inconformes con los gobiernos morenistas con la pérdida de varias alcaldías. Contra ellos arremete ahora el mandatario. Cuidado, señor presidente, que quizá ese 39 por ciento de la población no represente mucho peligro para él, pero no son los únicos, el descontento va generalizándose.
Y como era de esperarse, el coraje se apoderó una vez más de López Obrador, como es costumbre ya de quien le lleva la contraria, y se pasó toda la semana arremetiendo contra los manifestantes y al puro estilo de venganza, cosa que tanto recalcó no hacer, terminó por sacarse de última hora la manifestación que “orgullosamente él encabezará porque la gente se lo pidió”.
En lugar de escuchar y atender a los miles de mexicanos que salieron a las calles, sólo reveló su verdadera estatura política, su trauma de que ya no es un presidente de un partido de oposición, que las peleas al puro estilo callejero son su principal preocupación y no la realidad de esa crisis económica y social por la que se desangra el país. Esas no son preocupaciones para él.
El “AMLO FEST” que se realizará, no sólo es la venganza de los opositores, sino que es el arranque de campaña para los comicios del 2024. Él mismo se ha autodenominado jefe de campaña al hacer el llamado desde ahora de “un voto parejo para los candidatos al congreso”. ¿Pues no que los actos anticipados de campaña eran un delito? ¿No nos adelanta algo esta actitud de lo que pretenden hacer justo con el INE?
Ahí estarán las “corcholatas” quienes serán presentadas sin duda y se inclinará la balanza todavía más hacia el heredero del puesto.
Las manifestaciones ocurridas contra la política de la 4T en las que se incluyen a los padres de niños con cáncer, los colectivos feministas, las clases medias, los jóvenes, los periodistas, y las que se vayan sumando a lo largo de estos dos años venideros, tienen la autenticidad y legitimidad ciudadana que las hace todavía más esperanzadoras de que el rumbo por el que se está llevando el país es equívoco y se puede cambiar. No es nada benéfico para los mexicanos que estamos pagando las consecuencias.
Una marcha orquestada por el Estado será numerosa pero nunca auténtica ni comparada con aquella que organiza el pueblo, nosotros somos más, tenemos la razón y el llamado está hecho.