Berenice y Omar: ejemplos para la juventud mexicana
Por: Adriana Argudín Palavicini
El pasado jueves 6 de octubre, se cumplieron cuatro años del homicidio de dos activistas de nuestra organización, Berenice Bonilla López y Omar Abit Lugo Espinoza, de 22 y 29 años, respectivamente, a manos de un sujeto en estado de ebriedad y bajo el influjo de alguna droga, que manejaba su vehículo a alta velocidad y que, por lo mismo, se subió al camellón donde se encontraban Berenice y Omar, quienes desgraciadamente no sobrevivieron al impacto y fallecieron al instante.
Aprovechando la luz roja del semáforo en una avenida, acababan de interpretar un pequeño bailable, a cambio del cual solicitaban una cooperación voluntaria a los conductores para apoyar su trabajo artístico y cultural y poder difundirlo en pueblos y colonias marginadas, porque tenían la convicción de que el arte y la cultura despiertan en los hombres sentimientos buenos, entre otros, la solidaridad con sus hermanos de clase, y elevan el espíritu del ser humano.
Después de estudiar danza, baile, poesía y canto, Berenice y Omar ya habían creado varios grupos de niños y jóvenes a quienes les enseñaban esas disciplinas, contribuyendo con ello de manera importante a dirigir sus energías y anhelos y alejarlos de los vicios y de las malas compañías. Ellos, como muchos activistas del Movimiento Antochista Nacional, a falta de apoyo gubernamental para sostener no solamente la actividad cultural, sino también los albergues y casas del estudiante para jóvenes estudiantes de escasos recursos económicos, hemos recurrido, prácticamente desde nuestro surgimiento, a la colecta pública y a las actividades económicas (rifas, bailes, venta de alimentos preparados, etcétera).
Ha sido la solidaridad del pueblo -y no los “moches”, como ha afirmado desde su alta tribuna el presidente López Obrador-, el que siempre nos ha apoyado. Y ello, por una simple y sencilla razón, porque el pueblo nos conoce bien y sabe que nuestro compromiso es, ha sido y será siempre con él; que nunca lo hemos abandonado ni lo hemos engañado, que siempre hemos estado con él, en las buenas y en las malas, y que siempre le hemos hablado con la verdad, por muy cruel que esta sea.
Y, precisamente, de ese pueblo surgieron Berenice y Omar, quienes aún tenían mucha vida por delante y mucho por hacer, no solo para los pueblos en que nacieron, sino para todos aquellos a quienes los reconocieron como nativos por su trabajo y entrega. No murieron, como muchos desean, en su tierra natal; Berenice era originaria del municipio de Huitzilan de Serdán, Puebla; Omar, del municipio de Ahome, Sinaloa, pero aceptaron con agrado la idea de trasladarse a Culiacán porque sabían que la miseria, que el atraso, que la falta de empleo, de salud, de educación, y demás carencias no se constreñían únicamente a sus municipios, sino que se encontraban en todo el territorio nacional.
De ahí su decisión inquebrantable, y de ahí el coraje y la tristeza que su abrupta muerte significó para todos aquellos que los conocimos y disfrutamos de su alegría y profesionalismo al bailar y de su inteligencia y hondos sentimientos al declamar y, por supuesto, de su firme compromiso de educar, organizar y de luchar al lado de los más necesitados. Físicamente, ellos ya no están entre nosotros, pero sus hechos y obras sí que lo están, y seguirán estando porque nuestro trabajo artístico y cultural sigue creciendo, sigue nutriéndose de jóvenes como ellos, decididos a seguir llevando el arte y la cultura a todos los rincones del país, aunque para lograrlo haya que enfrentar a quienes se opongan a ello porque saben bien que un pueblo con cultura es más difícil de engañar y, por lo tanto, más difícil de dominar.
Por ello, la cultura y el arte que nosotros enseñamos y practicamos son totalmente distintos a la que el gobierno difunde, sobre todo bajo la cuarta transformación, pues de acuerdo con sus intereses, al pueblo hay que llevarle la “cultura” a la que por años se le ha acostumbrado utilizando la radio, la televisión, la prensa y ahora las redes sociales, con la finalidad de mantenerlo enajenado y, en consecuencia, dócil a sus medidas, aunque la gran mayoría de ellas vayan en contra del pueblo mismo. Como muestra, están los eventos musicales que, sin importar el riesgo para la salud que tales aglomeraciones pueden provocar (pues aún hay casos de contagio de Covid-19), han venido organizando tanto el gobierno federal como el gobierno de la Ciudad de México con gran despliegue de publicidad y un gasto enorme de dinero público. Al pueblo, circo pero sin pan.
Este fin de semana con baile, danza, canto y poesía, los compañeros poblanos y sinaloenses recordarán a Omar y Berenice, ahí estarán presentes no sólo quienes compartieron con ellos sus años de educación artística, estarán también los niños y jóvenes a quienes les impartieron clases y, por supuesto, los colonos y campesinos con quienes emprendieron luchas para mejorar sus condiciones de vida. En donde quiera que se encuentren, seguramente disfrutarán el homenaje y sus labios les brindarán esa franca y bella sonrisa que ambos tenían. ¡Estas, nuestras joyas, seguirán brillando! ¡Que su vida sea ejemplo para la juventud mexicana!