Algunos elementos para un nuevo modelo económico
Muchos pensadores coinciden en que el actual modelo económico está agotado y que es fuente de miseria para la mayoría y de la creciente violencia; como consecuencia, plantean la ineludible y urgente necesidad de sustituirlo por uno nuevo. Coincido plenamente con quienes así piensan, y a ese respecto me permito puntualizar aquí aunque sea sólo algunas características que éste debiera tener. Obviamente, el espacio no permite exponer de manera exhaustiva una propuesta totalmente desarrollada ni los mecanismos de su instrumentación: sería una irresponsabilidad pretenderlo; ello amerita un ensayo completo que, obviamente, incluya el correspondiente diagnóstico sistematizado e integral. Ahora bien, como se cuestiona el actual modelo y se plantea la necesidad de sustituirlo, y ello afecta a poderosos intereses, cabe que haya quien critique ésta o cualquier otra propuesta similar como “subjetiva”, pura Economía normativa, anticientífica, que trata no sobre lo que es, sino de lo que debiera ser; una crítica así buscaría sin duda preservar el actual orden de cosas, que condena al hambre a muchos millones de mexicanos.
Sobre el punto. En principio el objetivo central de un nuevo modelo debe ser, sin ambigüedad alguna, la eliminación de la pobreza y alcanzar un alto nivel de bienestar para todos los mexicanos, en la ciudad y en el campo. En lo general, indudablemente debe basarse en una elevada productividad y competitividad, y preservar los criterios de eficiencia y optimización en el uso de los recursos; para su éxito exige, sin duda, una alta educación para todos e ingentes esfuerzos en trabajo productivo, condición indispensable para crear la riqueza. Mas debe basarse también en los principios de equidad distributiva y sustentabilidad ambiental, orientando la producción fundamentalmente a satisfacer necesidades sociales. Requiere de un sostenido impulso en la construcción de infraestructura, así como el desarrollo de tecnología propia para reducir el pago por patentes y la dependencia tecnológica, económica y política. La propiedad privada debe aportar lo que tiene de positivo, pero sin ser dejada a su absoluta discrecionalidad, para evitar sus excesos. Las fuerzas del mercado deben operar, mas no como mecanismo único de intercambio; es preciso redefinir la relación entre mercado y Estado en la economía, concediendo a este último un papel más relevante en la distribución del ingreso, pues el mercado liberado a su pura dinámica propende invariablemente a la acumulación y a los monopolios, cuyo desmesurado poder hoy sufrimos.
Sobre el financiamiento, sin excluir la inversión extranjera directa – pero reorientada y enérgicamente reglamentada en materia de contribuciones fiscales, relaciones laborales e impacto ambiental –, es preciso fomentar la reinversión de utilidades de las empresas nacionales y extranjeras dentro del país, en lugar de ser repatriadas todas por estas últimas a sus países sede o enviadas a paraísos fiscales. La banca de desarrollo necesita jugar un papel más relevante (como porcentaje del crédito otorgado ocupamos el octavo lugar en Latinoamérica), y que la inversión no obedezca fundamentalmente a los intereses de los bancos extranjeros, que controlan más del 80 por ciento del capital bancario. El servicio de la deuda externa representa una enorme fuga de recursos que podrían destinarse al desarrollo económico y social; además, los préstamos del FMI son condicionados a que los países “beneficiados” adopten políticas económicas dañinas. Conviene liquidar la deuda con el Fondo y liberarnos de su tutela, como han hecho otros países en desarrollo. Hoy se abren con el banco de los BRICS mejores alternativas de financiamiento. En cuanto a relaciones comerciales, dependemos exageradamente del poder de un solo comprador, el de Estados Unidos. Es menester rediseñar la estructura comercial, diversificándola mediante la inclusión de otros socios, particularmente de América Latina. Fortalecer la relación comercial con Brasil y, fuera de la región, con China, aportaría impulso a nuestro crecimiento.
Es necesario garantizar empleo a todo mexicano en edad y aptitud de trabajar y elevar el salario mínimo, pues existe un tremendo desfase entre el desarrollo de la productividad durante muchos años, frente a un salario que se ha quedado rezagado; aumentarlo no generaría inflación, pues una elevada productividad acumulada lo respalda, sobre todo en la industria; además, la OCDE admite que en México se pagan los salarios más bajos; elevarlos sería un estímulo para los trabajadores, que redundaría en su mejor desempeño. El sector informal no debe seguir siendo “solución” a las necesidades de empleo, pues no garantiza un ingreso regular ni acceso a la seguridad social; las empresas deben garantizar empleo a quien lo demande. Se requiere asimismo establecer normas rigurosas que protejan al medio ambiente y eviten el agotamiento de los recursos naturales por parte de las empresas. Es necesario garantizar la soberanía energética; en lugar de comprar gasolina refinada en Estados Unidos y seguir exportando crudo, deben abrirse refinerías, para generar empleos aquí y dar valor agregado a nuestra producción.
En materia de impuestos, como dijo el ex presidente Felipe Calderón, los ricos no contribuyen. Necesitamos un sistema fiscal progresivo donde paguen más quienes más ganan, como ocurre en los países nórdicos. El gasto público, aplicado hoy en beneficio de los más ricos, debe reorientarse hacia los sectores más pobres, para que toda comunidad campesina o colonia urbana gocen de los servicios públicos fundamentales, particularmente de buena atención médica. La vivienda de interés social no puede seguir siendo un gran negocio; el Estado debe participar activamente en la construcción y otorgamiento de crédito para tal efecto.
Finalmente, en el importantísimo sector agrícola, hoy somos crecientes importadores de alimentos, a lo cual contribuye en mucho la fragmentación de nuestra estructura agraria, que frena la productividad. Necesitamos reorganizar la producción para alcanzar economías de escala que permitan menores costos y mayor competitividad; destinar los recursos de apoyo en mayor medida hacia investigación e innovación tecnológica, crédito en condiciones favorables, infraestructura de transporte y almacenamiento, y, muy importante, mejorar la calidad educativa en el sector rural. La producción debe atender a la vocación de la tierra, usándola para aquellos cultivos o actividades más apropiadas. Necesitamos garantizar la seguridad alimentaria, atendiendo como sector privilegiado la producción de alimentos básicos. En fin, dicho sea en general, para hacer realidad un nuevo modelo capaz de eliminar la pobreza, es condición que los afectados por el orden actual puedan influir real y efectivamente en los destinos del país.