Opinión: Trump se prepara en su guerra contra China y América Latina se lleva la peor parte
Por María Fe Celi Reyna

Desde que Donald Trump asumió la presidencia parece casi imposible omitirlo. El nuevo mandatario es especialista de las comunicaciones y sabe cómo posicionarse para que siempre se hable de él. Sin duda alguna, Trump significa un cambio radical con respecto a su predecesor en las formas, pero no en la hegemonía.
Contrariamente a lo que sus opositores repiten, su accionar no es producto ni de la improvisación, ni de la locura, ni tampoco de la ignorancia. Son acciones muy alineadas con una visión del mundo del líder estadounidense y de la gente que lo rodea.
Trump tiene un objetivo claro: evitar la decadencia estadounidense. Lamentablemente para el resto, esto no sólo significa cambios internos, sino también asegurarse de que ellos sigan dominando el mundo. Por ello, no pueden tolerar el avance de China y han declarado al país asiático como su mayor amenaza.
Cabe mencionar que esto no es más que una fantasía unidireccional. China sigue siendo el mayor propietario de bonos del Tesoro estadounidense y ambas economías siguen entrelazadas. Por ello, los chinos son los que más quieren ver a EE.UU. prosperar y recuperar sus inversiones.
Trump tiene un objetivo claro: evitar la decadencia estadounidense.
Lo que está haciendo la nueva administración estadounidense es primero "limpiar la casa" para luego, enfrentar a su enemigo. Su proceso es tan evidente y torpe que los chinos ya están más que preparados. Parafraseando la popular metáfora, mientras en EE.UU. juegan ajedrez, en China juegan go, un juego infinitamente más complejo y que implica mayor pensamiento estratégico.
El problema es que, en esta estrategia, EE.UU. colocará entre la espada y la pared a países latinoamericanos y seremos nosotros los que llevaremos la peor parte.
Primer paso: la "limpieza" interna
Trump es un capitalista multimillonario que no está interesado en hacer cambios radicales al sistema, pero no es parte del establishment de Washington. Ha sabido usar esta posición para presentarse como el outsider que va a cambiar la cada vez más alicaída vida de los estadounidenses de a pie. Para esto, ha emprendido una guerra contra el llamado "Estado profundo" o, en otras palabras, aquellos grupos que detentan el poder real en el país.
China sigue siendo el mayor propietario de bonos del Tesoro estadounidense y ambas economías siguen entrelazadas.
A diferencia de su primer mandato, esta vez Trump conoce cómo se maneja Washington y ha iniciado su gobierno con un grupo de confianza para "drenar el pantano".
El mejor contexto para hacerlo es la crisis económica y la necesidad de inyectar eficiencia gubernamental. La creación del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), a cargo de Elon Musk, es la herramienta para llevar a cabo los cambios.
Lo que vemos no es un cambio de sistema, sino de grupos de poder, pero probablemente, por nuevos que prioricen el interés nacional en el marco de un nuevo sistema internacional multipolar, en el que EE.UU. está en declive en todos los sentidos; mientras que China está en ascenso.
La estrategia de Kissinger inversa
En 1971, Henry Kissinger hizo un viaje secreto a China que significó el acercamiento entre ambos países. Era "la carta china" frente a la Unión Soviética. Más de cinco décadas después, EE.UU. quiere hacer lo mismo, pero alejando a Rusia de China. Por ello, el acercamiento a Rusia y las acciones claras para terminar la guerra proxy en Ucrania.
El problema de leer la historia desde una perspectiva occidental es que se deja de lado la realidad. El acercamiento a China sólo fue posible por la división sino-soviética. El contexto de hoy es absolutamente lo contrario. Es absurdo pensar que Rusia dejará de lado su relación con China, ni cualquier otro país, a cambio de concesiones a EE.UU. para terminar una guerra que está ganando militarmente.
La "doctrina Donroe"
Semanas antes de asumir la presidencia, Trump sorprendió a más de uno bajando su tono en su incendiaria retórica anti-China para concentrar su atención en Panamá, Canadá y Groenlandia. El 8 de enero, el diario the New York Post sacó una portada con una imagen de Donald Trump como profesor y con el titular "la doctrina Donroe".
El juego de palabras es una mezcla entre el apodo del mandatario, Don, y el apellido del antiguo mandatorio James Monroe quien acuñó la doctrina de "América para los americanos" y que ha condenado a los países latinoamericanos a la intrascendencia geopolítica.
Hasta la década de los 90 del siglo pasado, la doctrina fue clave en la relación con los países latinoamericanos. Aunque hubo temporadas de alejamiento, EE.UU. siempre mantuvo su hegemonía política y económica en la región.
Después de la caída de la URSS, EE.UU. soltó el control para priorizar otras zonas del mundo y se abrió un espacio para la presencia de empresas chinas en la región que no ha parado de crecer. Hoy, China es el mayor socio comercial de la mayoría de los países. Con el inicio de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), pasará también a ser un socio imprescindible en el desarrollo de la región.
La visión de mundo que está buscando promover la nueva administración de Trump es la de un mundo dividido en esferas de influencia que convivan, sin que esto signifique algún país los supere. Es decir, hacer una especie de remake del acuerdo de Yalta.
En esta división, "su" esfera es el continente americano. Para ello, es indispensable la expulsión de los chinos de la región. Su mensaje a los países latinoamericanos es que los tiempos de la guerra fría han vuelto.
China está preparada, América Latina no
El gobierno de Trump ha mantenido una actitud ambigua hacia China. Por un lado, invitó a Xi Jinping a su ceremonia de investidura y han mantenido una actitud hostil hacia los empresarios del sector de semiconductores a quienes han amenazado con sanciones.
También retiraron de la página web oficial del gobierno la frase "no apoyamos la independencia de Taiwán". Aunque mantuvieron la del reconocimiento del principio de "una sola China". La acción deja espacio a muchas ambigüedades.
China también ha sido blanco de la guerra arancelaria. Aunque, cabe recordar, que los mayores socios comerciales del país asiático son los países de ANSEA y la Unión Europea. Mientras la mitad del comercio chino se realiza con países de la IFR. EE.UU. representa poco más del 11 %.
Sí, puede afectar, pero la economía china no sé derrumbará. Por ello, esta vez, los chinos dejaron de lado la paciencia y le respondieron a EE.UU. que, si quieren guerra, del tipo que sea, la tendrán.
La situación es distinta con América Latina. La región está dividida sin capacidad de respuesta conjunta a la presión estadounidense. En su mayoría son países políticamente frágiles y polarizados, con sectores poderosos sin ninguna conciencia patriótica. Algunos hasta piden una invasión estadounidense.
Con México, luego de muchas tensiones, se ha postergado el alza de aranceles hasta abril cuando entre en vigor su política de "aranceles recíprocos". Aunque pocos tienen la misma capacidad de negociación, la dependencia de EE.UU. les pasará factura.
Panamá se queda sin la posibilidad de financiar grandes proyectos de infraestructura y sin la tecnología china para la administración de sus puertos.
El caso de Panamá es más representativo. El primer viaje de su secretario de Estado, Marco Rubio, fue a Centroamérica y logró con éxito que ese país no renovara el memorándum de entendimiento de la IFR. Además, la empresa hongkonesa CK Hutchinson vendió sus derechos de administración a BlackRock. Según su director, la decisión no tuvo relación con la política. No importa cuánto insista, nadie le cree.
Así, Panamá se queda sin la posibilidad de financiar grandes proyectos de infraestructura y sin la tecnología china para la administración de sus puertos. Todo por su falta de soberanía.
Lo que sucedió en Panamá es lo que sucederá en otros países y muy probablemente, habrá algún tipo de respuesta, para aquellos que pongan resistencia. Con Trump, EE.UU. ha dejado de lado la farsa del "orden internacional basado en reglas". Ahora, pueden ser todo lo brutales que quieran.
'Trump 2.0' ha vuelto a recordar por qué América Latina es vista como el patio trasero de EE.UU. Es un llamado a volver a poner temas como soberanía política y económica, patriotismo, antiimperialismo y desarrollo independiente en la agenda política. Así como la necesidad de una estructura regional, más allá del sistema político de cada país.
De lo contrario, estaremos condenados a la irrelevancia y el atraso.
Artículo originalmente publicado en RT en Español. La autora es analista política peruana. Reside en China desde 2018. Se especializa en temas relacionados a China, América Latina y el surgimiento del nuevo mundo multipolar. Es candidata a doctora en Historia global por la Universidad de Shanghái / X: @mfceli