Distractores, artilugios, fuegos de artifico…y la misiva al parlamento europeo

¿O es que hay mentiras válidas y otras no tanto?

Distractores, artilugios, fuegos de artifico…y la misiva al parlamento europeo

A pesar de que lo parezca, no es baladí retomar el nuevo “delirio” del presidente de México. Todos los medios de comunicación, analistas y comentaristas coinciden en que el representante del Ejecutivo vive bajo un permanente delirio de persecución, que sus acciones son más similares a instintos seniles que a criterios de estadista. Hoy, incluso sus más fervientes seguidores dentro del Partido se preguntan si su líder no ha perdido completamente la cabeza. Sin embargo, sería superficialmente innecesario repetir la perorata de todos los medios. Leyendo el documento enviado al Parlamento Europeo, uno se sorprende de haber perdido ya la capacidad de sorpresa; la reacción de la gente con un poco de sentido común fue, a lo sumo, de hastío: “una más”, “otra vez a sentir esa vergüenza ajena que se manifiesta herida con el ridículo del presidente”, “esperemos, ya se olvidarán de esta nueva bufonada”. 

Más allá de sumarme a la crítica que desde los medios oficiales y no oficiales se ha desencadenado contra López, tachándolo de ignorante, vulgar e incluso pretencioso, llegando en algunos casos a desbaratar los argumentos históricos que tan cínicamente obvia el presidente al hacer sus declaraciones, con la intención de demostrar la nulidad de un documento que por su sola intención resulta ya nulo. El objetivo de este análisis es sacar a relucir lo que se esconde tras el ruiderío, el escándalo y el bullicio de una escena en la que el personaje principal espeta al público pullas para provocarlo, regodeándose del estrépito que su provocación causa. Si algo ha aprendido Obrador es que entre más ruido provoque sobre un fenómeno o un problema insignificante, más y mejor se olvidan los verdaderos problemas que aquejan al país. Esta estrategia le ha servido desde que llegó a la presidencia institucionalizando las mañaneras, atrayendo sobre su persona todas las miradas, desviándolas así de la realidad que bajo sus pies se tambalea. ¿Alguien habla hoy de los estragos de la pandemia que siguen causando numerosas víctimas, sobre todo entre las clases trabajadoras? ¿Se dice algo sobre la anulación de las escuelas de tiempo completo, un nuevo perverso atentado, totalmente consciente, al sistema educativo? ¿Se oye a la prensa hablar sobre la deuda que con el Estado tiene Salinas Pliego, uno de los hombres más ricos de México y muy cercano al presidente, y que al parecer sigue sin pagarse? No, incluso los escándalos de corrupción en el círculo familiar del presidente hoy están en la última página de los periódicos. Podemos criticar la ignorancia, estulticia y cinismo del presidente, pero no podemos negar que la prensa sigue jugando su juego, que los medios y las redes continúan bailando al paso que les marca; incluso sus seguidores en su ferviente fanatismo y burdo apasionamiento olvidan la mísera realidad en la que se encuentran para sumarse a la afrenta de Obrador a toda la política europea. Pueden incluso llegar a ese grado de exaltación en que caen los posesos y prepararse, a una palabra del “elegido”, para arremeter en cualquier momento contra los conquistadores y recuperar el oro perdido del siglo XVI y, si es posible, alcanzar, en un sublime acto de justicia redentora, la recuperación del penacho de Moctezuma, logrando así, uno de los objetivos más anhelados de la política morenista. Mientras, su realidad empeora.

Las mañaneras están perdiendo efectividad y ahora es necesario aumentar la dosis de enajenación, sensacionalismo, escándalo y estridencia. Quedan todavía tres años y lo único que veremos renovarse en este gobierno serán los modos y medios de perfeccionar la enajenación y de preservar la validez del circo que han montado, muchas veces, no sabemos si consciente o inconscientemente, apoyados por los medios de comunicación que, en apariencia, tanto critica el señor presidente desde su autoerigido púlpito. Cada vez que aparece un nuevo número bajo las carpas de concreto de Palacio Nacional, no tardan en salir corriendo a vitorearlo o criticarlo todos los medios nacionales. ¿Es un nigromante o un simple soplafuegos? ¿Será real el nuevo truco del ilusionista u otra vez pretende engañarnos con cortinas de humo? Al parecer, y nuevamente, el truco fue eficaz. Bajo el humo de una misiva, críticos y aduladores se olvidaron de la realidad. Al mismísimo estilo de David Copperfield, hoy parece que nos olvidamos de los miles de muertos por la violencia, de tantos millones de deserciones escolares, de la miseria y el empobrecimiento que cada vez cobran formas más monstruosas. El nigromante volvió a triunfar.

Finalmente, y sólo para dar un ejemplo de la complicidad de clase entre todos los medios de comunicación y el gobierno del estado, diré que el mismo día que la misiva al Parlamento Europeo se hacía pública, en Chiapas, y bajo un aparatoso complejo de seguridad, López se lanzaba rabiosamente contra los antorchistas acusándolos no sólo sin pruebas, sino de un delito imposible de cometer en el tiempo y el espacio y al que no me referiré para no caer en lo que ahora critico. Lo único digno de señalar, y lo que los antorchistas y el pueblo de México no deben perder de vista, es que los medios que reprodujeron esa noticia no la cuestionaron, no la criticaron por burda y ridícula, como la misiva presidencial. A esta burda y grotesca mentira le dieron credibilidad y la reprodujeron en cuanto pudieron. No lo olvidemos, no nos conviene: las ideas dominantes son, fueron y serán, siempre las ideas de la clase dominante. No importa que hoy el Estado y la prensa estén aparentemente enfadados; son disgustos de enamorados, saben unirse cuando su verdadero enemigo, el coloso popular, se erige frente a ellos. ¿O es que hay mentiras válidas y otras no tanto? ¿El presidente se equivoca sólo cuando ataca a su clase dándose tiros en el pie y acierta cuando critica a organizaciones sociales con fuerte raigambre popular y de clase? Nos toca no perder la cabeza, no seguir el juego y valorar, incluso cuando las notas parecen convincentes, el gigantesco poder que la mentira tiene en nuestros tiempos y en nuestra sociedad, haciendo el esfuerzo siempre difícil de hallar la verdad que tras ella ocultan.