Crítica al oportunismo

Por: Abentofail Pérez

Crítica al oportunismo

Distinguir en política la forma del contenido no es tarea sencilla. Normalmente asociamos las representaciones de cierto fenómeno con el fenómeno mismo; nos perdemos en las apariencias o en las manifestaciones externas que a simple vista se observan, quedando imposibilitados para conocer la verdad, cuyo contenido es mucho más profundo y complejo. De esta manera nos enfrentamos a uno de los fenómenos más comunes en la vida política moderna: el oportunismo.

Suele relacionarse este concepto al de impertinencia o, en última instancia, al de incongruencia. El oportunista es, según las interpretaciones de la conciencia ordinaria, aquél que actúa en un momento poco propicio, que reacciona sólo cuando ve la “oportunidad” de sacar ventaja o, en pocas palabras: el oportunista es un aprovechado. Muy poco tiene que ver el concepto de oportunismo con esta interpretación y su desconocimiento tiene consecuencias verdaderamente dañinas, considerando el efecto que históricamente ha causado en las sociedades modernas.

El oportunismo consiste, para no darle más vueltas al asunto, en sacrificar los intereses generales, los fines últimos de cualquier fenómeno, por los intereses inmediatos, aquellos que otorgan satisfacción a corto plazo, pero ponen en riesgo las tareas ulteriores que se han fijado. Es confundir el proceso con la meta, sustituir los intereses colectivos por los personales y sacar ventajas inmediatas que, a la larga, pueden costar el triunfo a una causa. “El oportunista, por su misma naturaleza, esquiva siempre plantear los problemas de un modo preciso y definido, busca la resultante, se arrastra como una culebra entre puntos de vista que se excluyen mutuamente, esforzándose por «estar de acuerdo» con uno y con otro, reduciendo sus discrepancias a pequeñas enmiendas, a dudas, a buenos deseos inocentes, etc., etc.” (Lenin). Para esclarecer el fenómeno, el oportunista es como un “matasanos”, un doctor de ocasión que, viendo al paciente lamentarse por el dolor que le aqueja en una pierna, decide cortarle la pierna. Sólo tenía un golpe, pero nadie podrá decirle al doctor que no logró curar el dolor.

En política el oportunismo es el pan de todos los días, aunque pocas veces se descubra como tal incluso por sus propios autores. Es una de las actitudes más corrosivas y dañinas que dentro de un partido político puedan existir y, normalmente, es en los llamados partidos de izquierda donde esta actitud se presenta. Hoy, en México y Latinoamérica, son los partidos oportunistas de izquierda los que se han hecho con el control político. Precisamente su capacidad de negociar los intereses de las mayorías con los dueños reales de la riqueza y el poder les ha permitido mercar hasta con los principios. Con ellos todo puede negociarse, concederse o arreglarse, el fin es el poder y para sostenerlo nada importa que se sirva a intereses opuestos a los que teóricamente se defienden.

El morenismo, si se quiere comprender a profundidad, no debe verse como la creación monstruosa de un hombre sin escrúpulos o razón. Es el efecto natural del oportunismo de izquierdas. Una vez que los partidos de centro y derecha en México demostraron su inutilidad, la burguesía mexicana, que hoy se presume dueña de Palacio Nacional, decidió inventar un nuevo partido capaz de poner a las masas de su lado sin por ello beneficiar material o espiritualmente a dichas masas. Morena es la más alta expresión del oportunismo nacional. La prédica de transformación quedó sólo en eso, se sacrificaron todos los intereses generales de un verdadero partido popular: disminución de la desigualdad, impuestos progresivos, reorientación del gasto público hacia los sectores más vulnerables y creación de trabajo con salarios dignos para todos los mexicanos. El sacrificio tuvo como respuesta la simpatía de los ricos y poderosos en México. A ellos se les dejó intactos y, todo lo más, mejoraron sus prestaciones con este nuevo gobierno. El problema del oportunismo, sin embargo, apenas empieza. Al ofrecerle a las masas el cambio estructural que tanto anhelan y darles en su lugar más miseria y pobreza, el golpe de reacción puede ser fatal. El oportunista le dice al pueblo: “ven conmigo, yo te sacaré del atolladero” “¿Cómo?” Pregunta éste. “No es momento de explicaciones, tú sígueme, yo te salvaré” Cuando el pueblo abra los ojos y se vea frente al precipicio, su reacción será rabiosa y furibunda, tarde o temprano los oportunistas son descubiertos y una reacción ciega y visceral puede ser fatal, considerando que en momentos de furia las masas piensan antes que en remediar el engaño, en destruir al fariseo.

Así pues, si queremos entender los tiempos que nos toca vivir, hay que verlos como los tiempos del oportunismo; es la fase que media entre la traición y el despertar. Nuestra labor consiste en decir la verdad en cada rincón y a cada mexicano, incluso si parecen no estar dispuestos a escuchar. Mientras el pueblo mantenga la confianza en la ilusión, debemos realizar una labor de crítica incansable, no importa que nos quedemos en minoría, no importa que por algún momento se nos catalogue de fatalistas, de simples enemigos del poder. Nosotros no somos el demostrador, que siempre aparece a la hora de la evidencia, nuestro papel consiste en criticar precisamente ahora que todos cierran los ojos o se pierden en las apariencias del poder. Cuando llegue el despertar, después de que la realidad sacuda con su crudeza a los dormidos, llegará nuestro tiempo.