Artesanos rescatan la tradición del rebozo
Por: Érika Herrera
La Escuela-Taller del Rebozo (ETR), creada durante 1953 en el municipio de Santa María del Río, San Luis Potosí, tiene el objetivo de impartir los saberes artesanales que hacen posible la supervivencia de esta prenda prehispánica, y mantener su uso para las próximas generaciones de México.
Arturo Estrada Hernández, maestro de la ETR y ganador de cuatro galardones nacionales, es uno de los impulsores de esta iniciativa cultural que, hasta en los sexenios anteriores, contó con apoyos federales y estatales; y desde 2018 ha tenido que sobrevivir con el de los artesanos potosinos.
Santa María del Río es considerado uno de los municipios que con mayor voluntad y creatividad artística han contribuido a mantener el uso del rebozo en el país y en el ámbito internacional; además de que la ETR es la más popular en el país desde su fundación en 1953.
En 1979, a los nueve años, el maestro Arturo inició como rebocero, ganando su primer concurso a los 34; él recuerda que la escuela-taller creció paulatinamente y que hace cinco años, junto a sus compañeros participó en el proyecto de remodelación para habilitar el Museo del Rebozo en la planta baja del edificio.
Hasta ahora, la remodelación solo se ha cubierto en 30 por ciento, porque los apoyos federales que se iniciaron en el gobierno de Enrique Peña Nieto se interrumpieron a partir de 2019, cuando empezó la administración de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). El Museo del Rebozo terminó de construirse gracias al apoyo del exgobernador Juan Manuel Carreras.
Una de las inquietudes de los visitantes en la ETR y su museo consiste en saber cómo se elabora un rebozo; el maestro Arturo Estrada forma parte del grupo de artesanos que explica los pasos a seguir para lograr un bello lienzo.
“El primer paso del procedimiento es el devanado. El instrumento que se utiliza es la rueca, redila o devanadora, se le puede llamar de las tres maneras; aquí se reparte el hilo en carretes”, explica la artesana María Salazar, ganadora del primer lugar de concurso nacional de textiles con el primer rebozo que diseñó en su vida.
Al presentarla, el maestro Estrada señala que el galardón obtenido por su compañera los sorprendió a todos en Santa María del Río; y que la habilidad, calidad y creatividad en los diseños de los artesanos de la población podía medirse con el rápido éxito de María Salazar.
Con cinco años de experiencia en este bello oficio, María de Jesús Torres Salazar explica el siguiente paso: “después viene el urdido. El artesano forma la urdimbre, es decir, el conteo de hilos en el caso de rebozos cuyo fondo integre franjas en dos o más colores. Implica colocar los carretes de hilo (canutillos o canillas) en el cajón del urdidor e irlos pasando alrededor de un bastidor (urdidor), que se hace girar manualmente mientras se cuentan las vueltas de la urdimbre. En este paso se define lo ancho y largo de un rebozo, un rebozo de artisela contiene tres mil 800 hilos y uno de seda cinco mil 400. Es común que el tejedor tome ceniza entre las yemas de sus dedos para evitar que el hilo se enrede”.
Otro de los pasos fue detallado por Alejandro Figueroa Ortiz, artesano de 19 años de edad, quien dijo que para reproducir el diseño concebido por el creador sobre los hilos “se dibujan en tinta negra líneas rectas, curvilíneas, puntos, diagonales, cruces, entre muchos otros trazos”; aunque afirmó que algunos artesanos no realizan estos dibujos porque lo hacen con base en su imaginación espontánea y habilidad artesanal.
Sin embargo, después de resaltar estos casos excepcionales, Figueroa Ortiz reveló que para quienes trazan los hilos del dibujo y posteriormente recubren las áreas marcadas con amarres de varias vueltas de hilo, “la función de los amarres sobre el diseño es impedir que el tinte penetre en los espacios que delimita”.
El paso más importante
Esta fase es la más importante del proceso y se denomina “rebozo a una tela” o jaspe; en México y en el resto del mundo se conoce como icat. “Aquí se da el diseño o figura a través de amarres y desamarres, teñidos y desteñidos. Es decir, una vez que ya está todo amarrado se va a teñir de negro y una vez seco se quitan todos los amarres para dar la figura. Los diseños tradicionales, de rescate e innovación, se diferencian del industrial en que éste es totalmente liso”, explica Estrada.
Para el remojado y golpeado se desmontan los cordones amarrados, se sumergen en agua y se golpean contra una piedra o una superficie lisa y dura para retirar el atole y que el hilo de los tramos se separe de los amarres.
En el teñido, el colorante –natural o químico– se vierte en agua, en ollas de barro o tinas metálicas, y se pone al fuego hasta que hierva y sea uniforme. Después se desmontan los cordones amarrados y se sumergen hasta 300 veces en el tinte. En este proceso se define el jaspe porque el color no penetra en las partes cubiertas por los amarres, de ahí el término técnico de “reservado”. Este procedimiento puede repetirse varias veces, dependiendo del número de colores previstos en el diseño.
El veteado o entreverado y montaje del telar varía según el tipo de telar; en el de cintura es necesario entreverar los dos grupos simultáneamente: el artesano se sienta sosteniendo una urdimbre en cada mano; y con los dedos mantiene las cruces originales y procede a intercalarlas.
En el telar de pedal, preparado para tejer rebozos de jaspe, la urdimbre del fondo queda horizontal frente al tejedor; y en el de labor (jaspe) viene de arriba o en diagonal. El veteado se produce cuando el tejedor decide el acomodo de los diseños al pasar los hilos por los dos lisos, y después por el peine.
El tejido es la fase que ocupa más tiempo del proceso. Las artesanas Cecilia Reina Albizo y Rocío Reyes, que llevan seis años tejiendo rebozos, explican así el procedimiento: la urdimbre se pasa al telar de cintura, que sirve para asegurar que el orden y la trayectoria de cada hilo se mantenga recta y que cada hilo pueda ser levantado sin enredarse; esto permite que la lanzadera con el canutillo de la trama se deslice sin dificultades entre los espacios abiertos (conocidos como “calada”) entre los hilos pares y los nones.
El artesano teje y ajusta; y el golpe que da al rebozo tiene mucho que ver para la textura de la tela; si el golpe es muy fuerte, la tela será áspera y si es suave será fácil de abrir.
Arturo Estrada destacó que todos los aparatos son rústicos, no necesitan electricidad y cada rebozo está hecho totalmente a mano. Los artesanos se han aferrado tanto a este proceso para ofrecer un producto original.
Esta actitud ha traído a los artesanos de Santa María del Río el reconocimiento nacional e internacional. La artesana Rocío Reyes está orgullosa porque, en 2019, ganó el tercer lugar nacional en la elaboración del rebozo. El tipo de rebozo tradicional mide 65 centímetros (cm) de ancho; y ella elabora uno que tiene75 cm de anchura y dos metros 20 cm de largo.
El maestro Estrada asegura que si los jóvenes se involucran en esta actividad se asegurará que la tradición rebocera será vigente. “Estamos muy contentos, precisamente porque jóvenes de 18 a 29 años de edad se han sumado al taller”. A la fecha, la ETR tiene 25 aprendices, 21 mujeres y cuatro hombres, quienes son instruidos por cinco artesanos.
Estrada lamentó mucho que, pese al reconocimiento internacional, esta labor artesanal ha perdido el interés y el apoyo de las autoridades de los tres niveles de gobierno.
Preservan la cultura
La indiferencia actual del Estado mexicano a estas expresiones artísticas de la cultura popular ha provocado que sus creadores enfrenten varios problemas. Uno de ellos es la piratería. El maestro artesano declaró a buzos que, desde que Santa María del Río fue declarado “pueblo mágico” en 2020, “algunas personas creen que, por tal nombramiento, los rebozos se van a vender por millares. Evidentemente se saturó el mercado, en la plaza principal del municipio se pueden observar grandes tiendas que desafortunadamente venden mercancía industrializada”.
Estrada Hernández dijo que quienes comercian rebozos industrializados pretenden venderlos y hacerlos pasar por originales y por arriba del valor de un artesanal; lo que naturalmente afecta y molesta a los artesanos tradicionales. Por ello hacen un llamado al gobierno estatal para que ayude a preservar la antigua tradición rebocera.
Denunció también que empresarios locales lucran y abusan de los artesanos, pagándoles una miseria por un rebozo (400 o 500 pesos) y aprovechándose de su necesidad. Esos comerciantes después ofrecen en sus tiendas estos productos artesanales hasta en seis mil pesos. Son pocas las tiendas que pagan un precio justo por cada rebozo.
Sueños y añoranzas plasmados en un rebozo
Arturo Estrada advierte que, desde que inició como rebocero, buscó la innovación. Hoy, con 42 años de experiencia en el oficio, confiesa que ha plasmado sus sueños, “mis propias locuras, mis inquietudes, mis dolencias y duelos. Inevitablemente esto se plasma en los rebozos. En lo personal fue difícil desprenderme de algunos de ellos, pues en el momento del tejido había una autoconfesión con cada parte del rebozo; ya sea cantando, llorando, añorando, como sea. Pero hay una esencia que se está dejando en cada grabado, en cada golpeteo. Inevitablemente se crea un vínculo con cada diseño”.
Durante su trayectoria ha recibido alrededor de 64 premios y acumulado 98 reconocimientos, agradecimientos y constancias de participación en ponencias y cursos en museos y talleres; todo esto lo llena de orgullo. Su primer premio fue un quinto lugar, cuando tenía 17 años, edad en la que vislumbró su éxito futuro, no solo en la parte económica, sino también en el aspecto moral e intelectual.
Sin embargo, confiesa que, en ese periodo, nunca imaginó que su trabajo llegaría a lugares como Hong Kong, Malasia, Indonesia, Francia, España, Inglaterra, Canadá y Estados Unidos (EE. UU.), donde su técnica artesanal ha trascendido. Ha estado en el Encuentro Iberoamericano de la Universidad de Andalucía; en la Galería de Fashion Textil de Londres y en la Universidad de Brunei; en la exposición de la indumentaria de Frida Kahlo, en Toronto, y el Museo Real de Ontario; en el Museo Textil de Canadá y en EE. UU. como parte de la experiencia “México de dos sabores”; en Indonesia en el denominado Simposium Mundial de Icat, donde conoció a muchos otros artesanos textileros que utilizan la técnica de reserva en Malasia, India, Indonesia y Afganistán.
En 2019 ganó el Premio Especial en Artesanías, que le fue entregado en el Palacio de Bellas Artes, algo que nunca se había imaginado. Tras recibir esta presea se ha enfocado a formar artesanos; y ahora son sus alumnos quienes están recibiendo los premios.
“Cuando se gana un premio el total, se divide con la pespuntadora o el tejedor de manera justa, por mitad, no importa qué es más o qué es menos. Y aquí de alguna manera se puede extender el reconocimiento para la gente que no ha sido premiada y así irlos encaminando. Cuando voy a algún evento me llevo sus trabajos para exponerlos con sus respectivos nombres, precios, lugar, de alguna manera abrirles el camino para que un día ellos puedan asistir y recibir una invitación personalizada y vivan la experiencia”, puntualizó el maestro Estrada Hernández.