REIVINDICAR EL TRABAJO
El trabajo, esfuerzo humano transformador orientado a generar satisfactores de necesidades sociales, es condición del origen mismo del hombre; resultado suyo es ese portentoso órgano, el cerebro humano, y también la mano del hombre; la necesidad de coordinar sus actividades dio origen al lenguaje como sistema de señales más complejo que el empleado por los animales. Mas no solo en el origen: cotidianamente es fuente nutricia de la vida humana, del trabajador y de quienes, no trabajan, algunos injustificadamente y otros porque sus condiciones lo impidan. Está incluso asociado a la longevidad. Toda la riqueza es fruto del esfuerzo físico y mental de los trabajadores, pues la naturaleza casi nada ofrece gratis, antes exige ingentes esfuerzos, disciplina y sudor, desgaste humano.
En tanto manifestación esencial del hombre, el trabajo en sí mismo es fuente de satisfacciones; tiene carácter hedónico, incluso lúdico y estético. Quien hace lo que le agrada lo realiza con buen ánimo y eleva su productividad; por eso cada persona debiera poder realizar la actividad productiva que más le plazca, y cambiar de oficio si lo desea. La satisfacción que deja el trabajo cuando se realiza una obra o hazaña difícil causa regocijo; como el científico que logra un hallazgo relevante o el operario que se sabe el mejor en su especialidad, el más virtuoso y hábil en el dominio de una herramienta o en la realización de una labor compleja con la mejor calidad. Son satisfacciones sanas y enaltecedoras.
Sobre la alegría de trabajar, es decir, existir humanamente, dice el inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios reales, refiriéndose a los antiguos habitantes del Perú: Cuando barbechaban (que entonces era el trabajo de mayor contento) decían muchos cantares que componían en loor de sus incas. Trocaban el trabajo en fiesta y regocijo porque era en servicio de su dios y de sus reyes [...] Los cantares que decían en loor del sol y de sus reyes todos estaban compuestos sobre la significación de esta palabra hailli