Opinión: Palestina, más de 100 años de ocupación israelí

En el conflicto israelí-palestino no hay solución militar posible. Solamente la intermediación de la comunidad internacional podrá terminar con décadas de violenta ocupación de Palestina

Opinión: Palestina, más de 100 años de ocupación israelí

En el conflicto israelí-palestino no hay solución militar posible. Solamente la intermediación de la comunidad internacional podrá terminar con décadas de violenta ocupación de Palestina. En ese periodo, con el veto de Estados Unidos (EE. UU.), su aliado, Israel ha incumplido todas las resoluciones de la ONU; persiste en su expansionismo y sus leyes aspiran a consumar el apartheid. México ha vivido la amarga aflicción de la ocupación extranjera y se ha solidarizado con el pueblo palestino. Urge extender ese compromiso y fortalecer la ofensiva estratégica contra la arrogancia imperial. 

Hace más de 100 años que el ocupante israelí llegó a Palestina. En 1897 lo hizo conducido por la Organización Sionista Mundial (OSM) y en 1948, de la mano de Occidente, nació el Estado de Israel, de esencia expansionista y racista. Entre junio de 1946 y mayo de 1948 articuló la más cruenta limpieza étnica cuando expulsó del territorio palestino a más de 750 mil pobladores oriundos y asesinó a 13 mil. Fue La Nakba (catástrofe,) cuyo objetivo fue apropiarse del territorio, una práctica que persiste hoy ante los ojos del mundo a más de 70 años. 

Para justificar su ocupación de Palestina, el Estado hebreo ha construido mitos que falsifican la verdad. Uno es atribuir el conflicto a la cuestión religiosa; pero en realidad, el fondo es geopolítico, pues el ocupante israelí va por la tierra, el agua, el gas, el petróleo y otros recursos del territorio palestino.  

Otro mito israelí es la violencia de los palestinos. Esa versión oculta las calamidades de la ocupación. “Convierte al criminal en víctima, a las víctimas en criminales y exhibe la negación sistemática de Israel de nuestro derecho a existir y a vivir en libertad”, afirma el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat. 

Al ocupante y a su aliado, EE. UU., no les importa el futuro de 13 millones de palestinos y la precariedad de los otros seis millones que malviven en campos de refugiados, aunque Washington afirme que solo son 40 mil. Tampoco les importa que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) mantenga protocolos antiterroristas con 83 países, incluido EE. UU.  

En cambio, aviones israelíes bombardean casas, hospitales y escuelas causando impunemente la muerte de palestinos. En su lógica excluyente, Israel prohibió por más de 50 años el uso de los colores de la bandera palestina. Ésa es la esencia de un Estado racista en pleno siglo XXI. 

Rostros de la ocupación  

Para expandirse, el Estado hebreo usa sus Fuerzas de Defensa Israelí (conocidas con el acrónimo Tzahal) y a los colonos, la mayoría ultraviolentos y abocados a invadir y ocupar el territorio palestino. El gobierno israelí los agita con arengas político-religiosas, les otorga créditos muy favorables y les permite portar armas. 

Para el pueblo palestino, la ocupación significa pérdida de territorio y de sus valiosos recursos. Cada vez que se crea una colonia israelí, los palestinos pierden reservas hídricas. En Cisjordania, cada uno de los más de 500 mil colonos israelíes consume unos 650 metros cúbicos de agua al año, contra menos de 100 metros cúbicos que en promedio consumen los palestinos.  El pasado 14 de octubre se amplió una colonia judía en el casco histórico de Jerusalén, donde 400 mil colonos israelíes, apoyados por la poderosa Tzahal, rodean a unos 200 mil palestinos. 

En la Franja de Gaza, los habitantes viven en situación crítica. Desde 2007, Israel bloqueó la ciudad, tras el triunfo electoral de Hamas en 2005, al que Israel califica de “terrorista”. Al prohibir que entren alimentos y medicinas, el ocupante cierra accesos por tierra y aire, mientras bombardea por mar a las Flotillas de la Libertad, con ayuda internacional.  

Es el castigo colectivo a los gazaditanos por su autogobierno. Por ello, en su reciente informe sobre Gaza, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pidió “flexibilizar” ese bloqueo israelí con urgentes acciones humanitarias y económicas. 

Resistencia y contra-ataques 

Los palestinos han enriquecido el arte de la resistencia. Este mes, luego de un año, volverá a operar la única planta eléctrica de Gaza, pues Qatar donó 250 mil litros de combustible que ingresaron por el paso de Kerem Shalom, custodiado por el ocupante. Eso aliviará durante seis meses la crisis eléctrica. 

Son usuales los bombardeos contra civiles. Cuando las FID activan los misiles del sistema Cúpula de Hierro, en Gaza saben que la destrucción es inminente. Un blanco favorito son los “túneles terroristas”; 15 de esas vías de acceso de alimentos han sido incendiadas este año. Y con ello aumenta el hambre. 

En septiembre pasado, miles de palestinos exigieron el fin del bloqueo y el derecho al retorno de sus familiares expulsados. Los israelíes causaron decenas de muertos y más de 500 heridos. Ninguna condena provino de la Casa Blanca. 

En un intento por lograr el reconocimiento internacional de Jerusalén como capital de Israel, Miri Reguev, titular de Deportes, alardeó que en junio el equipo de futbol de Argentina, con su estrella Lionel Messi, jugaría en Jerusalén. Miri ofreció a sus paisanos: “Messi vendrá a besar el Muro de los Lamentos”. 

Opuestos a ese oportunismo que normalizaría la ocupación, simpatizantes de la causa palestina exhortaron a los argentinos a no colaborar con la ocupación, ni con violaciones a los derechos humanos. La resistencia triunfó al lograr que el juego se cancelara.  

Nydia Egremy es periodista de Buzos de la Noticia