Reclamos contra AMLO, termómetro social

Tres años han transcurrido y aquel velo del encanto que los mexicanos tuvieron de un supuesto presidente que apoyaría a los pobres se ha ido desapareciendo, el verdadero Andrés Manuel ha quedado al descubierto como un gobernante ineficaz que ha utilizado al pueblo para hacerse del poder

Reclamos contra AMLO, termómetro social

Y la historia se vuelve a repetir. Una vez más, cientos de damnificados por el huracán Grace y el gobierno federal morenista, irrumpieron en uno de los eventos oficiales en el que se encontraba el presidente Andrés Manuel en Puebla, ironía, informando sobre los “avances en la entrega de apoyos a damnificados”. Las protestas sociales contra el mandatario federal se han convertido en un termómetro social del grado de inconformidad que prevalece especialmente en los sectores populares que la 4T prometió atender. No es extraño que a más de la mitad de gestión del mandatario, se multipliquen las muestras de malestar social.  

La respuesta de la máxima figura de la 4T fue de desesperante enojo por quienes denunciaban lo que ya se ha registrado en las afectaciones naturales pasadas, la no inclusión en los censos del Bienestar, la falta de ayuda que se les prometió y que hasta la fecha no se ha materializado.

De este tema ya me he ocupado de abordar en artículos pasados, quizá lo que habría que agregar es la denuncia hecha por el presidente de Tula Hidalgo, Manuel Hernández Badillo, al asegurar que el gobierno federal no ha liberado los apoyos para los damnificados por las inundaciones registradas hace un mes, o la amenaza de bloqueos en carreteras federales porque a una semana de  haberles prometido el propio presidente Andrés Manuel, que los apoyos iban a llegarles de manera directa, fue la misma demagogia de siempre.

Lo que me interesa destacar en esta ocasión es que precisamente esos reclamos en los eventos oficiales nos ponen de relieve que la inconformidad va en aumento, que se verá reflejada en las próximas elecciones del 2024.

En una nota publicada por el portal Emeequis del 7 de octubre titulada “Días de furia: encuestas le dan 65%, pero Amlo ya no puede ir ni al Senado”, hace un recuento puntual de la aprobación con la que inició su administración el inquilino de Palacio Nacional y cómo los “otros datos” han provocado que las giras realizadas en diversos estados de la república, sean el foro aprovechado por miles de mexicanos para exigirle atención a víctimas desaparecidas, cumplimiento de las promesas hechas en campaña, apoyo a damnificados, al campo, a los trabajadores de la salud y cuantos problemas se imagine usted, porque no tiene un gobierno ejemplar y sus operadores morenistas también son cartuchos quemados que ya nada ofrecen a la población como servidores públicos.

El reporte mencionado destaca que del 70% de aprobación con la que inició el morenista en 2019, ha ido a la baja, pues varias encuestas lo ubican ahora con un 64% a tan solo a la mitad de su sexenio. A este aspecto se suma y contrasta que las protestas en al menos 13 estados durante sus giras van al alza: en 2019 se registraron tres, en 2020 nueve y en lo que va de este 2021 siete, esto sin tomar en cuenta las marchas en la CDMX o durante la mañanera.

Desprecio y enojo son las reacciones más comunes registradas durante los reclamos: “¿Quieren gritar? Vamos a gritar a ver quién se cansa primero”, “No merezco este trato, no voy a permitir que nadie me provoque”, “El presidente no puede ser rehén de nadie. No voy a ceder a chantajes… Me respetan y luego hablamos… Analicen si yo merezco ese trato... ”. ¿Y cuando se trata de cumplirle a los mexicanos, no cuenta?

Tres años han transcurrido y aquel velo del encanto que los mexicanos tuvieron de un supuesto presidente que apoyaría a los pobres se ha ido desapareciendo, el verdadero Andrés Manuel ha quedado al descubierto como un gobernante ineficaz que ha utilizado al pueblo para hacerse del poder. Estas protestas demuestran que la realidad en México lejos de cambiar, se ha convertido en un retroceso, es decir, a muchos mexicanos les va quedando claro que la solución no está en la tan trillada frase del combate a la corrupción, la gente quiere hechos inmediatos, respuestas y soluciones, no más demagogia de quien dice que “tiene otros datos” cuando la realidad le grita lo contrario. Las protestas son un termómetro social de inconformidad, si no se escuchan y resuelven, terminarán en un estallido cuyas consecuencias no quisiéramos siquiera imaginar.